La dignidad del arte

Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de
abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola
de la historia, no saben leer, o no tienen con qu{e.
Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una
lección de dignidad que recibí hace años, en un teatro
de Asís, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo
de pantomima, y no había nadie. Ella y yo éramos los únicos
espectadores. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el
acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que
el público, trabajaron como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala
repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo,
con alma y vida; y fue una maravilla.
Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala.
Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.

Eduardo Galeano.
El libro de los abrazos
Ediciones del Chanchito.
Enero de 1993
Pág.114


Nos queda un montón de poco tiempo para un motnón de cosas. Lo definitivo es que en éstos cas cuatro o cinco meses que quedan, vamos a ir finalizando etapas en nuestras vidas. Más allá de eso, o quizás más acá, lo jodido es cuanto afectamos cada uno en la vida de los otros.
Somos conscientes de lo que hacemos? Espero que sí. quiero creer que todo esto es real, que el arte existe, y que no es una excusa del sistema. Creo que todos saben de que hablo, si no lo saben, pregunten, busquen, informense, lean, miren películas, crean que todo son conspiracines, y escriban al respecto, pinten los muros denunciando las paredes blancas, fijen avisos donde no se pueda, critiquuen, exploren, escuchen, y recuerden, todo.
Es un gusto conocerlos, y compartir ésta etapa con ustedes. Mañana largamos de nuevo, juntos. Suerte, y disfruten, todo, si no, nada tiene sentido..
Nos vemos

Alvaro.